Diario de un gato callejero.


Nací en la calle, por eso dicen que soy un “gato callejero”, me independicé pronto de mi madre y me tuve que buscar la vida, a veces comía lo que encontraba en los contenedores, otras veces lo que la gente me daba.

Me empecé a acomodar en las inmediaciones de un contenedor, dormía en un campo cercano y cuando tenía hambre siempre había algo de comer en ese contenedor, un día en frente del contenedor veía que ponían agua y comida me acerqué y empecé a comer, observaba que cuando se acababa lo volvía a ver lleno, en un recipiente me ponían agua y en otro me ponían comida, me puse muy contento ya que siempre había comida asegurada, luego empezaron a dejarme la puerta un poco abierta y me asomaba para ver lo que había dentro, al principio estaba un poco receloso pero siempre me recibían con una sonrisa, a los pocos días ya entraba un poco más en la casa y ya me daban la comida dentro lo cual siempre agradecía con un maullido, poco se me oía ya que soy un gato mudo por culpa de alguna pelea que seguramente tendría por la calle con otro gato y es que vivir en la calle es muy duro.

Cuando me ponían la comida salían a buscarme y observé que cuando se dirigían a mi lo hacían diciendo “Pitu”, enseguida me habitué y tan pronto oía la palabra “Pitu” me decía, me están llamando, algo bueno habrá, y salía corriendo para la casa.

Con el paso del tiempo empecé a coger confianza con esa gente y ya me dejaban andar por la casa, sentía que no les molestaba y les notaba contentos cuando estaba con ellos, me daban cariños y me hablaban, no les entendía, pero por el tono de sus palabras seguro que eran cosas bonitas que me decían y yo les acariciaba con mi cuerpo entre sus piernas.

Así que me establecí en esa zona donde con tanto cariño se me trataba y hambre no pasaba, pero un día que estaba lloviendo mucho me dejaron dormir en su casa lo que agradecí mucho, tenía buena compañía, dos perros que me aceptaban y dormía junto a ellos, me pegaba a ellos, les acariciaba con mi cuerpo y no me rechazaban, bueno si, pero era cuando les ponían su comida, no me dejaban que me acercara a sus comederos, pero eso me daba igual ya que yo tenía el mío y no dejaban que nadie comiera de mi comida, uno de los perros siempre estaba esperando a ver si me sobraba algo y se comía todo lo que me sobraba, a mi me daba igual ya que sabía que cuando llegara la hora de comer me volverían a poner más comida y más agua.

Fue una época muy feliz, ya no me sentía un “gato callejero”, me alimentaban, me daban cariño y ya no dormía a la intemperie, que más podía pedir……pero nací libre  en la calle y a veces necesitaba sentir esa libertad , me abrían la puerta y me iba al campo de en frente, me gustaba mucho tumbarme en la hierba y tomar el sol.

De vez en cuando venían a mirar si seguía en el campo o si necesitaba algo, cuando tenía ganas de volver a casa me abrían la puerta y me tumbaba o en mi cama o en la de los perros ya que me dejaban compartirla con ellos, que feliz era…..

Aunque seguía teniendo una forma de ser de “gato callejero”, fueron años viviendo la calle y eso no se olvida fácilmente, la calle en ocasiones te vuelve desconfiado, arisco, no me dejaba coger en el colo aunque si me gustaba que me acariciaran y que me peinaran, cuando tenía alguna herida me la curaban aunque a veces me resistía pero terminaban haciéndolo y yo en el fondo lo agradecía.

Un día me empecé a poner malito, no me encontraba bien, no tenía ganas de comer y cada día estaba más débil, vomitaba sangre y me manchaba, pero ahí estaban los de la casa, más una mujer que me limpiaba, se preocupaba por mi, me daba de comer con la mano, pero yo cada día me encontraba más débil, me ardía la barriga, sentía mucho dolor por dentro de mi cuerpo y notaba que mi vida se iba apagando, siempre estaba acostado, notaba a esa señora triste, como si ella también sufriera por lo que me estaba pasando a mi, cuanto lo agradecía.
Les oía hablar de algo que decían sobre si había comido veneno en alguna de mis salidas callejeras, no sabía lo que era eso, pero si es verdad que a veces comía cosas en la calle y que a partir de un día que había comido algo en la calle me empecé a encontrar mal, sufrí mucho, me quemaba por dentro, aunque en parte me compensaba el cariño que siempre recibía con sus atenciones.

Me venían recuerdos a la cabeza cuando todavía era un “gato callejero”, que a veces les sentía decir que les daba pena que durmiera en la calle, sobre todo los días de frío y lluvia, me ponía al lado del calor, unos aparatos que decían que eran estufas, que bien se estaba al lado de ellas…..pero notaba que mi vida se apagaba cada día más.
Cada vez tenía más dolores y la señora que estaba más pendiente de mi la notaba más preocupada, que pena de no poder estar más tiempo en aquella casa, donde recibía tantos cariños y amor, si, notaba que sentían amor por mi, pero por culpa de algunas personas malas que odian a los animales ya no podré seguir disfrutando de esa hospitalidad con la que se me recibió y con la que me aceptaron en su casa, lo siento también por ellos y por esa señora que tan bien me cuidaba, mi vida se va apagando……
Me venían cosas a la cabeza, como la de que no merecía morir de esa forma tan cruel “envenenado”, cuando daño no le hacía a nadie y en un momento en que mi vida había empezado a cambiar y había dejado de ser un “gato callejero” para ser un gato querido, respetado y amado, que feliz era…….

Una noche me empecé a encontrar muy mal, no había nadie, todos estaban durmiendo, aunque a mi lado estaban esos dos perros que tan bien me había recibido en su casa, tenía que aguantar, no me podía morir de aquella manera sin ni tan siquiera despedirme de la persona que tan bien se había portado conmigo….. y lo pude hacer….., aguanté la noche entre mucho sufrimiento, por la mañana temprano cuando ella se levantó se acercó a mi y ya se dio cuenta de lo poco que me quedaba, me acarició y me dijo “Pitu” que poco estuviste con nosotros, pero te echaré de menos…. y yo se lo agradecí con un mudo maullido….. mi último maullido….. y pensando que nadie merece morir por culpa de gente que echa “veneno” por las calles para que nos muramos con mucho sufrimiento.
Me voy muy agradecido, yo también la/los echaré de menos………

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